martes, 2 de noviembre de 2010

ALGUNOS MITOS



MUNDO DE LA MITOLOGIA SHUAR

Los hombres vivían de la recolección porque aun no conocían hortalizas ni la horticultura. Casi se morían de hambre porque en la selva se encontraban pocas cosas que sirvieran de alimento. Se nutrían de hojas olorosas, hojas de unkuch y, hojas tiernas de éep y tunchinchi (hojas que comemos hasta la presente).

Una mujer Shuar llamada  kunku, después de que su marido salió con los perros a cazar, se metió en el rio. Caminando aguas arriba, buscaba plantas comestibles que solían crecer a las orillas. Kunku estaba cansada de tanto andar sin encontrar nada, cuando vio en el agua que bajaban cascaras que nunca había visto. Eran las cascaras de Yuca (mama) de plátanos (páantam) y de  maní (nuse). Las saboreo y las encontró muy sabrosas. Siguió recorriendo rio arriba para ver de donde provenían y encontró a una mujer que estaba lavando los tubérculos en el rio y luego los colocaba en sus chankin (canastos), quienes estaban repletos.

La mujer tenía un aspecto bondadoso e inspiraba confianza, por eso Kunku se le acerco, rogando que le diera algo de comer, ya que estaba muy cansada y con hambre. La mujer le miro con simpatía y ternura y le dijo: Yo soy Nunkui y estaba esperándote para entregarte a mi hija que esta acostada allá. A ella le puedes pedir todo lo que veas en mis canastos: la yuca, el maní,  el plátano, frejol, la pelma, los cerdos, gallinas y varias clases de bebidas fermentadas y todos los alimentos y animales que quieras.

Al entregarle la pequeña Nunkui, dijo poniéndose muy seria: “no la maltrates. Que todos lo respeten para evitar desgracias”. Kunku regreso a casa con la niña Nunkui  y empezó a pedirle las cosas que había visto en el canasto de su madre. Todo lo que la niña nombraba se asomaba por encanto.

Ella solo decía “wariyurumak áa”, que significa “hágase toda clase de comida “, asomaban en la casa los canastos llenos yuca, plátano, maní, pelma, de plantas cultivables, los muits (vasijas de barro) se colmaban de fragante chicha (nijamanch), y sobre la repisa que estaba entre los pilares de la casa untsuriri, había varias tasas umamuk llenas de chicha de punu (calabaza hueca).
Apenas llego el marido, decepcionado por no haber cazado nada, la mujer le sirvió un tsapa (cuenco) lleno de chicha que el hombre bebió con gusto, de una sola vez. Le pareció, la bebida del cielo y curioso le pregunto “¿con que hiciste?”.  La esposa, colocando a sus pies un plato (pinink) lleno de yucas con ají  cocinadas, le contesto “come y bebe sin decir nada”.

Desde aquel día Kunku no abandonaba a la niña. La llevaba siempre consigo, metiéndola en el pliegue de su vestido (tarach). La niña nombraba todos los alimentos que Kunku le pedía, creando cada día cosas nuevas. Comenzaron así a existir los cerdos, gallinas y toda clase de animales y plantas. Cuando Nunkui le trajo una gran huerta llena de hortalizas. Kunku comenzó a dejar a la niña en la casa para que jugara con sus hijos, mientras ella cuidaba y seguía cultivando las plantas.
Los niños jugaban con Nunkui haciéndole traer muchas cosas, que no eran siempre convenientes para el hombre. Entonces se creó las culebras (napi), los tigres (yawa) y toda clase de espíritus malignos (iwianch), los que asustaban y enfermaban a los niños. Para contentarlos, creó hasta cosas completamente inútiles, como las hojas secas de kaunak.

Un día, los niños le pidieron la cabeza de los animales para comerse los sesos. Nunkui no les complació. Les trajo un mono chu bien cocinado, pero sin cabeza, como los niños insistían en que les dé la cabeza, les trajo la cabeza del espíritu japa (venado), algo que ningún Shuar puede comer, por ser un tabú. Los niños se molestaron y comenzaron a maltratar a Nunkui, tirándole ceniza  los ojos. Nunkui se escapo, trepándose por el pilar principal de la casa llamado pau y sentándose en la cima de la casa,comenzó a cantar: “Guaduas; vengan a llevarme y comeremos maní blanco y también maní rayado”. Entonces asomaron de la nada las varias clases de maní y las guaduas en esa época, las guaduas eran un tubo largo sin ningún nudo. Entonces empezaron las  plantas de la huerta a degenerarse y a desaparecer. Las estacas de yuca, o tsanimp, listos para la siembra, se transformaron en una planta silvestre llamada nankeak. Los camotes inchi degeneraron en una enredadera que no sirve para nada, llamada inchinchi yapayap; los plátanos se transformaron en platanillos silvestres y la pelma en sunkíp.

Se levanto un fuerte viento, que sacudía las guaduas (kénku), inclinándolas hacia la pequeña Nunkui. Esta, agarrándose de ellas, se metió en el interior y descendió hacia la tierra. Kunku, que regresaba ese instante de la huerta, preocupada por lo que estaba ocurriendo, corto la guadua para poder atrapar a la niña, pero esta tapo la guadua con un nudo para impedir que la atrapen, metiendo la mano. Esta acción fue repitiendo, en la medida en la cortaban más abajo. Así se formaron los nudos que hoy tiene la guadua, hasta el día de hoy.

Con el tiempo Kunku volvió a encontrar nuevamente a Nunkui y le suplico que le devolviera la niña, pero Nunkui, resentida, le dijo: “Por haber maltratado a mi hija, desde ahora van a tener que sembrar con mucho cansancio y cosecharan  poca cosa”. Más tarde, le movió la compasión, le entrego unas pocas semillas de yuca, camote y plátano para que las sembrara en su huerta. Kunku sembró estas semillas y, ocultando los Nantar (piedras sagradas) en la huerta, cantaba todos los días los anent (cantos sagrados de Nunkui) para que esta diera vigor a sus plantas y no le hiciera faltar nunca lo necesario para el sustento de toda su familia.

IWIA Y SHUSHUI  (demonio y el armadillo)

La leyenda se trata sobre una mujer que después de haber dado a luz, tiene antojo del caimito (fruta silvestre), viendo que su esposo come con todo gusto. Ella le pide que le convide pero el, sin hacerle caso, se come solo. Resentida y llorosa ella sale a la selva a busca frutos que satisfagan su antojo. Casualmente es tiempo de frutas-. Tiempo  de uwi o chonta, es tiempo de abundancia -. Un árbol de iwia nampi (nueces silvestres), está lleno de frutos. Estos empiezan a caer, como lluvia. Sobre el árbol están asentados  muchos guacamayos, que en realidad es iwia (demonio). Mientras la mujer recoge todos los frutos en su chankin (canasto), iwia se encarga de confundir los caminos para que la mujer se extraviara.

En esta situación, llega a una chacra (huerta), donde encuentra a una mujer que le ofrece regalar los productos de su chacra y, al mismo tiempo, le dice que puede dejar a su hijito en la hamaca de su casa, para que pueda cosechar tranquilamente. La mujer es iwia. Mientras la madre está en la chacra, la mujer iwia chupa la cabeza del bebe por el vértice, dejándola blanda, como tienen todos los niños hasta hoy.
El niño muere. La madre, después de descubrir lo que ha pasado, llorando, le pide a la mujer iwia que le permita enterrar a su hijo en la huerta. La mujer iwia le responde que eso no puede ser porque allí están sepultados los huesos de los parientes de su esposo y que son sus NANTAR (piedras sagradas), que con ellos llama a Nunkui. Le dice también que allí están los huesos – Nantar de sus propios hijos, de sus hermanos, de sus suegros, de sus abuelos y de todos los parientes.

La mujer iwia se come al niño y llama a los demás iwia a que maten a la mujer, pero un SHUSHUI (armadillo) le dice que se ponga ceniza en la cabeza para que no le chupen el cerebro los iwia. Así lo hace y se salva.

Mientras la mujer vive en la madriguera de los shushui (armadillos), la mujer aprende mucho acerca de la vida de estos animales, cuando ella regresa a su huerta, a donde han ido los padres armadillos en busca de alimento, y ven que no pueden entrar al huerto porque están esperando que su madre entre a la casa para que no les vea. Comprende que los animales, aunque parecen seres inferiores, son personas que conversan entre ellas, que tienen familia y se ayudan entre si, como los hombres.
Los padres Shuar, por su parte, han aprendido que hay que satisfacer los antojos de las esposas para evitar perder a sus hijos.

TAKEA Y JEMPE  (Pájaro y COLIBRI)

Antiguamente los hombres no conocían el fuego y tenían que comer los alimentos crudos o calentándolos con sus cuerpos. Los alimentos infectaban fácilmente el cuerpo, produciéndole, llagas y gangrena, lo que les causaba la muerte.

En ese entonces había una sola persona que poseía el fuego, se llamaba Takea. Lo cuidaba celosamente en una cueva, sin compartir con nadie. Los Shuar, al morirse se transformaban en aves e intentaban entrar a la cueva y robar el fuego. Nadie lo lograba porque la puerta de la cueva se abría y se cerraba rápidamente.  Las aves no tenían la velocidad suficiente como para atravesar la puerta  sin quedar atrapadas.

Un día el ingenioso y veloz Jempe (colibrí) se compadeció de los Shuar y decidió ayudarlos. Después de un fuerte aguacero, Jempe se quedo tiritando de frio junto a la puerta de la caverna de Takea. Los hijos de Takea, al ver al colibrí tan pequeño, gracioso y lleno de atractivos colores, se apiadaron de él y le hicieron entrar a la cueva, le acercaron al fuego para secarlo y luego jugar con él.

Al calor del fuego, Jempe peinaba sus plumas con su piquito y, sacudiéndose del agua, se inflaba alzando sus plumitas para que se secaran mejor. A medida que se iba secando su plumaje se veía más bello. Los niños estaban más atraídos por su plumaje. Su cola era mucho más grande que su cuerpecito y estaba bien emplumada.

Cuando Jempe sacudió su alas para darse cuenta que si podía quedarse suspendido en el aire, los niños gritaron: “¡Cuidado que no se escape!”,  cogiéndolo de nuevo, lo quisieron poner sobre el fuego ardiente. Jempe se quedo suspendido en el aire y, mientras los niños se quedaron extasiados mirándolo, Jempe prendió su colita en el fuego sin que los niños se dieran cuenta. Luego con su colita encendida, salió como un rayo de la cueva, sin darle tiempo a que lo atrape la puerta, Jempe con su colita encendida se interno en la selva.

Por más que los niños intentaron atraparle, no pudieron. Se fue volando, velozmente por entre los árboles. Se paro sobre un árbol seco y lo prendió. Entonces, los Shuar pudieron llevarse el fuego a sus casas sin perderlo jamás. Desde ahí construyen sus fogones con tres troncos gruesos de madera muy combustible. Entonces pudieron cocinar sus alimentos, a gusto, calentarse en las noches frías, iluminar sus caminos en la oscuridad, quemar la maleza y los arboles para preparar la chacra (huerta).

Hasta hoy los Shuar pueden reconocer al colibrí benefactor de su pueblo, porque su colita quedo bifurcada, al haberse quemado en la parte del medio cuando se llevo el fuego de Takea.

JAPA (VENADO)

El mito de japa (venado), cuenta que había una niña que perdió a sus padres. Y su tío la llevo a vivir a su casa, porque sabía que sacaría provecho al hacerle casar a la niña con su primo cruzado, y en realidad no la tenía cariño; porque no le daba cuidado y a veces le dejaba sola.

Un día la niña, al verse sola y ya muy entrada la noche, empezó a tener miedo y a llorar. Entonces llegaron las almas de sus padres difuntos, le llevaron a la huerta y le prepararon ricas comidas. Cuando llegaron sus padres sustitutos, no la encontraron. Luego de tanto buscarla la encontraron en la huerta muy escondida; quisieron llevarla a casa pero dos venados, macho y hembra, llevaron a la niña por la selva. Pasaron muchos años y la niña se volvió una mujer hermosa, pues había estado bien cuidada por sus padres, los mismos que tenían la forma de venados. Todos los Shuar sabían de esto.

La joven era inalcanzable porque los venados la llevaban a la velocidad de un rayo, de una huerta a otra. Un día un pretendiente de la joven que quería casarse con ella la vio en la orilla de rio, asando unos pescados naúmp, mientras sus padres pescaban. El pretendiente llamo a mucha gente para que le ayuden acorralar a los venados. Y entre todos, les fueron cerrando el cerco, hasta que los venados, impotentes de llevarse a su hija, huyeron. La joven regreso a casa de los padres sustitutos, con el dolor de haberse separado de sus difuntos padres.

Los Shuar no matan nunca ni comen venados porque son la manifestación del alma de los padres o de los abuelos.

Para los Shuar los venados cuidan y protegen a los huérfanos.

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